FUMATA Y MISA NEGRA

"Vamos a ver qué opinan los muertos de nuestro programa electoral", dijo corto y perezoso nuestro segundón más inactivo, Pepe Tamurcio, muy dado a los conjuros, rituales y hechizos de magia negra. Se vino arriba –un tanto celoso por el protagonismo de su tocayo y capillita Matriagli- organizando con muy malos humos una ouija la noche del lunes Santo. Nuestro candidato se animó y encarnó al macho cabrío en celo, mientras Tamurcio elaboraba una pócima con sangre de hiena política y hierbas envenenadas sobre un fuego maldito aprovechando la luna llena y el silencio que reinaba en el cementerio de Arjulete, conscientes de que sólo Satanás puede conferir al hombre la facultad de expulsar humo por la boca. El brebaje de PLVICENTE hizo su efecto y pronto empezaron a desfilar una serie de cadáveres exquisitos, sin orden ni concierto. La experiencia de los allí presentes, casi todos estupidofacientes, fue tan alucinógena como lo puede ser votar a PLVICENTE para que gobierne el infierno, que es como decir España pero sin tanto papanatas. Nadie perdió la cabeza porque ya estaba llena de nada. Estos fueron los testimonios desde el más allá de alguno de nuestros admiradores, dispuestos a adulterar el recuento de votos a nuestro favor.










Albert Einstein, un tipo que robaba el tabaco a sus alumnos, nos dijo lo siguiente: “No sé, todo es relativo, pero yo le metía un buen puro a más de uno, por puro placer, a ver si así recobran el punto de gravedad y la cordura”.










Kurt Cobain, el líder de tantos jovencitos desaliñados, nos confesó detalles que no aparecen en ninguna de sus hagiografías: “La Courtney me escondió el tabaco y de alguna manera tenía que quitarme el mono. Además, estaba harto de tanto peludo".











Humphrey Bogart, el tipo duro al que amaban las tabacaleras, nos animó a fumar como carreteros: “Es preferible morir de un cáncer de esófago que vivir para aguantar a tanto idiota”.











Gary Cooper nos desveló el secreto que lo hacía irresistible para las mujeres: “Tuve que dejar de mascar tabaco porque decían que me apestaba el aliento y no veían con buenos ojos los escupitajos después de cada polvo. A mí los cigarrillos con filtro siempre me han parecido una mariconada pero reconozco que con ellos mi vida sexual cambió. Movía más el cóxis”.











Ava Gardner, una de las diosas de Hollywood, nos sorprendió con la siguiente revelación: “Mi padre tenía una plantación y ya de pequeña me ocupaba de quitar las larvas y los gusanos a las plantas. Luego llegaron los negros y me robaron el puesto por unas mazorcas y un plato de lentejas. Me di al vicio”.










Clark Gable, el galán de Lo que el viento se llevó, nos dio una exclusiva sin precedentes: “Acabé hasta las mismas pelotas de la niñata de Scarlett O’Hara. Lo mejor de perder la guerra de Secesión fue que ese año la muy pedorra tuvo que recoger la cosecha de tabaco”.










Paul Newman, el guapete de ojos azules que se las llevaba de calle, no se arrepiente de su adicción al tabaco: “Morí de un cáncer de pulmón a los 87 años. ¿A esa edad vas a echar en falta un pulmón? Que me quiten lo bailao... Aquí se está muy bien, hay unos fumaderos de opio interesantes y unos billares que te cagas”.









Marilyn Monroe, la diosa que se convirtió en icono del cine, fue al grano: “No tragaba el humo de los cigarrillos porque no colocaba, pero con la marihuana me lo tragaba todo. Cogía unos pelotazos de mil demonios que me hacían perder el sentío”.




1 comentario:

Anónimo dijo...

JEJE... Parece el final de Cinema Paradiso... emocionante y humeante.